viernes, 31 de enero de 2014
Inscripciones Ciclo Lectivo 2014
Se informa que a partir del día 11 de Febrero del corriente año, en horario de 20:00 a 23:00 hs., se encuentra abierta la inscripción al ciclo lectivo 2014.
Mesas de Exámenes Febrero - Marzo 2014
Profesorado de Educación Especial con Orientación en Discapacidad Intelectual
Técnico Superior en Gestión y Administración de Empresas Agropecuarias
Técnico Superior en Gestión y Administración de Empresas Agropecuarias
Inscripciones Exámenes Febrero-Marzo 2014
Calendario Escolar de Educación Superior
En el link se puede acceder a la página del CGE y allí al Calendario Escolar 2014 para el nivel Superior.
http://www.entrerios.gov.ar/CGE/normativas/resoluciones_cge/2013/4444-13_CGE_CALENDARIO_ESCOLAR_2014.pdf
http://www.entrerios.gov.ar/CGE/normativas/resoluciones_cge/2013/4444-13_CGE_CALENDARIO_ESCOLAR_2014.pdf
jueves, 2 de enero de 2014
Primera Promoción de Técnicos
Felicitaciones a la Primera Promoción de Técnicos Superiores en Gestión y Administración Agropecuaria del Instituto Técnico Superior de Cerrito quienes en el 2013 cumplieron 10 años de la obtención de dicho título.
Entrevista a Doña Mary Vercelli de Deu
Entrevista a una de las maestras más admiradas por los cerritenses. "Antes aprendías... o aprendías". "Para mi los docentes son todos muy buenos".
¿Dónde estudió? ¿Cuándo inició su carrera como
Docente?
Comencé mis
estudios en la Escuela Normal de Victoria, en el año 1945, en una época muy difícil.
Tengo muchos recuerdos de esa escuela, era de las “normales de antes”, uno
obligadamente tenía que estudiar, tenías que “estudiar y aprender”, era muy
exigente. Mi primaria la realicé el pueblo de Hernández, yo nací allí. En esa
época no era hasta 7mo grado, sino que era hasta “3er Curso”, de ahí se comenzaba
el Ciclo Básico (que era hasta tercer año). Luego ya en la Escuela Normal, ya
estaba definido el Magisterio, que era de 5 años.
Estudié durante
el Gobierno de Perón, en ese entonces salió una Ley que establecía que la carrera
pasaba a ser de 6 años, otorgándote el título de Docente y el de Bachiller. Me
recibí a los 21 años, hubiese querido estudiar una carrera universitaria, pero
vivíamos una situación económica complicada, y ya tenía a mi hermano estudiando
Medicina en Córdoba. He vivido de crisis en crisis, pero con muchas etapas
lindas.
Estudié un
examen de ingreso, ya que para ser docente había que estudiar mucho, y aprobar.
¿Recuerda a qué edad aprendió a leer?
En esa época no
había Jardín de Infantes, una ingresaba directamente al Primer Grado, con 7 años
aproximadamente. Mi papá, si bien solo había hecho 3er grado, fue el que me
llevó a la educación. Él era comerciante y le gustaba mucho leer y mi mamá era
ama de casa, muy buena por cierto. Tenía un negocio de Ramos Generales y nos
compraba siempre libritos y así íbamos aprendiendo, no mucho. De esa manera
llegué a Primer grado con una noción de lectura, de conocer las letras y hasta
de saber tomar el lápiz.
¿Cómo definiría a la Escuela Primaria a la que usted
fue?
Nosotros no
conocíamos fotocopias ni dibujitos ni nada, eran solamente libros y libros. Conservo
alguno de esos libros y me fascina de vez en cuando volver a verlos. Se
estudiaba en todos los cursos con libros grandes, había que aprendérselos
enteros. Eso nos ayudó mucho para pasar después a lo que nosotros llamamos
secundario.
¿Qué útiles llevaba cuando iba a la Escuela?
Llevábamos la
pizarra, que era de color negro, con un lápiz que era especial para pizarra, en
uno de los extremos tenía un agujerito donde se pasaba una piola y se colocaba
la esponjita para borrar. Eso era en primer grado. Ya después pasábamos a usar
el cuaderno, siempre chiquito y de tapas blandas. Usábamos lo que había en esa
época, lo que estaba a nuestro alcance. Teníamos un libro para cada materia.
¿Cómo fue su carrera mientras estudiaba para ser
maestra?
Yo estaba en
una pensión, éramos once me parece, que estudiábamos de docente (unas en un
año, otras en otro). No acostumbrábamos a estudiar en grupo, cada una tenía su
libro. Era una casa grande con un patio amplio, cada una se ubicaba en un
lugar. Yo prefería estudiar siempre en el zaguán que era cerrado, otras en el
patio, otras en la habitación. Me sentía cómoda estudiando así, sola y pensando.
¿Utilizaban algún uniforme para asistir a clases?
Sí, las mujeres
llevábamos delantal y los hombres eran pocos. Había año “A” y año “B”, al cual
iba yo. Las mujeres íbamos de delantal, con un moño atrás y todo. Los varones
de guardapolvo. Los docentes varones iban de traje y las mujeres como cualquier
docente de ahora, siempre de pollera, zapatos y medias largas.
Teníamos una
vicedirectora que si tenías un poquito el cabello suelto, te lo hacía atar. A
partir del 4to año comenzábamos a practicar en las escuelas, esas prácticas
eran muy “bravas”.
¿Podría compartir alguna anécdota de esas prácticas?
Sí, recuerdo
que estábamos con un grupito practicando en 1er grado y a una de mis compañeras
le tocaba exponer sobre la Bandera (las otras nos quedámos al costado contra la
pared mirando). Como la maestra era brava, a veces los nervios te comen. No va
que hace la Bandera, pinta celeste...pero como la franja del medio es blanca,
ni cuenta se dio que el fondo del pizarrón era negro. ¡Pobre mi compañera! Le
puso un aplazo... ¡Claro, los chicos pintaron de negro la franja del medio! Le
puso un 3 más redondo que...-la entrevistada se rió mientras nos contaba la
anécdota-
Las maestras
eran todas buenas, y las practicantes pasábamos por casi todos los grados, un
tiempito en cada uno. Los chicos eran buenos, aunque por ahí uno se ponía
siempre nervioso. Tenías que saber expresarte y escribir bien en el pizarrón. Esa
era la manera de aprender, me recibí con
muy buenas notas, todavía conservo mis libretas de calificaciones con mucho
cariño. A veces se las muestro a mis nietos y dicen: “Mirá la abuela, puros
diez, puros diez” y yo les digo “Chicos, hay que estudiar”.
Las materias
que más me costaban eran Inglés y Dibujo, era nula para dibujar. “El dibujo no
fue mi fuerte, pero salí adelante” Tenía una compañera que dibujaba de lo lindo
y se sentaba detrás mío, así que mi hoja iba y venía. Con ella conservo una
gran amistad, nos hablamos, escribimos y mandamos fotos. Éramos todos muy compañeros.
¿Dónde comenzó a trabajar? ¿Cómo llegó a Cerrito?
Llegué acá a
los 24 años años, me había recibido con muchas dificultades en el año ´51, en
la época de Perón (que fue fea para algunos). Venía de una familia muy Radical,
mi padre era dirigente allá en Hernández. Me recibí e inscribí mi título en
Paraná (teníamos también una Departamental en Nogoyá). No había concursos ni
nada, todo era por “acomodo” o por política. Si bien era reconocida como
“radical”, me animé y fui con toda delicadeza y respeto a hablar con un
diputado peronista. Así a los 22 años conseguí mi primer suplencia (en el
campo), a una legua de Nogoyá, ahí trabajé desde octubre hasta diciembre
(cuando terminaron las clases). La Directora era de ahí y un señor nos llevaba
en sulky junto a ella. La escuela era un ranchito de barro y teníamos 10-12
alumnos más o menos (y no todos los grados).
Al año
siguiente me fui devuelta a hablarle al diputado, conseguí trabajo...me
nombraron pero en una escuela de monte, ya era efectiva y “personal único”. La
escuela lindaba entre los Departamentos Nogoyá y Gualeguay. Vivía de
pensionista en la casa de unos viejitos muy buenos, el señor era el dueño de la
escuela. El hombre tenía un negocio y había hecho una pieza de chapa con piso
de tierra. Cuando mi papá me llevó con mis cosas no me quería dejar ahí, pero
yo le dije: “cómo no, yo quería trabajar”. Yo me cruzaba todas las tardes al
ranchito de al lado, el señor tocaba el acordeón a piano, tomábamos mates y comíamos
tortas fritas, la pasábamos muy bien. “Aprendí que se debe de vivir en la
circunstancia que la vida te presenta”.
En esa escuela
tenía 12 alumnos, no en todos los grados tampoco. Veníamos de las Escuelas Normales y no conocíamos lo que era un Registro
de Asistencia, pero me desempeñé como pude. Ahí estuve dos años.
Con respecto a
mi llegada voy a tener que contar una confidencia -entrevistada y entrevistadores
se rieron-. Cuando estaba trabajando en el monte yo ya tenía novio (haciendo
referencia a quien fue luego su marido), él era ferroviario y trabajaba en la
estación de aquí de Cerrito y habló con gente de la política de acá (el Dr. Campos
Rivero y Don Julio Solari). Pasaba que acá había empezado a funcionar en el ´54
un colegio secundario dentro de la escuela N°38 y no había profesoras. Puse con
la condición de que me dieran la primaria, porque en la secundaria no
cobrábamos nada, era un trabajo ad-honorem, así fue que aparecí acá. Vine con
el traslado a “la 38” y entré como Profesora de Geografía en ese secundario,
esa era la materia que más me gustaba. El colegio comenzó en el ´54, pero en el
´55 con la caída de Perón en manos de la “Revolución Libertadora” desapareció
(el colegio se llamaba encima “Juan Domingo Perón”). Yo siempre lo cuento
porque se ve que Cerrito era un pueblo que quería educar, quería un
secundario...si hubiese tenido otro nombre en ese momento, quizás seguiría
funcionando y nuestro pueblo tendría hoy un buen colegio (aclaro: sin
desmerecer al colegio secundario que tenemos en la actualidad). Me gusta que
sepan que Cerrito ya tenía ansias de que sus chicos siguieran algo, de que
estudiaran. Cuando vine en el ´54, en la escuela había de toda clase de chicos:
pobres, medianamente pudientes y algunos más pudientes, Cerrito era un pueblo
muy chiquito.
¿A partir de ahí siguió siempre en la “38” o estuvo en
otra escuela?
No, tuve otra
etapa. Yo vine acá en abril del ´54 y en octubre nos casamos, él seguía
trabajando en el ferrocarril y vivíamos en una de las casitas ferroviarias, de
las que tengo acá en frente. Los 3 hijos que tengo nacieron acá. Antes de
casarme, estaba de pensionista en la casa de Galanti, que era casado con
“Negra” Nani, hermana de “Chicha”, la mamá de Corina Albornoz. Por ese motivo
tengo una amistad tan grande con toda esa gente. Ahí empecé a trabajar en 3er
grado. Para sacar las fotos, venían fotógrafos de Paraná, que les colocaban los
cartelitos. Las tengo guardadas a casi todas. Teníamos muchos y también fue la
época en que se creó el Hogar de Menores y ahí se nos aumentó mucho el alumnado,
yo daba en 3er grado. Eran chicos muy grandes y yo siempre fui petisa, todos me
decían “pero te hiciste respetar”. Eran chicos buenos también, si vos saber
llevar los chicos, no hay chicos malos. La escuela nuestra era muy numerosa,
hasta que después surge en el ´58 el Colegio Nro. 14. Trabajé acá y lo tenía de
Director a Leonidas Villalón. Lo que son las cosas de la vida, cuando yo estaba
en la escuela del monte, él también estaba allí, éramos del mismo pueblo
(Hernández). Cuando yo vine acá, él también estaba acá, son las circunstancias
que se viven y que se ponen, y lo esperan a uno.
Después me
casé, trabajé acá primero en 3er grado y después me mandaron a 6to o 7mo me
parece, trabajé acá 10 años. Vine también digamos “acomodada”, si cabe la
palabra. No cabe, pero quiero decir: nada de concursos, no había concursos, no
había nada todavía. Vine a trabajar en el secundario, que lamentablemente
desapareció…por supuesto nunca me pagaron nada de nada, pero no importa eso. Yo
pretendía trabajar como maestra, porque mi título decía eso, pero ante esa
circunstancia no está mal ayudar. Así que estuve acá 10 años y ahí sí empezaron
a surgir los concursos. Había un concurso donde había quedado vacante la
escuela de Colonia Rivadavia, la 49. Entonces yo fui a ese concurso, eran
ternas que había. Para esa escuela tenían 3 que podían ganar esa escuelita y yo
la gané (ahí fue el primer concurso que hice). Y bueno, ahí me fui a Rivadavia,
yo ya era casada, ya tenía mis hijos. Viajaba en colectivo, en “El
Entrerriano”, era la empresa que me conocía de memoria, o la “ETA”. Después
pudimos comprar un auto (que era viejo). Cuando vine acá a la Ruta 12 la
estaban haciendo porque era de tierra y recuerdo que mientras esperaba el
colectivo, Daniel (uno de mis hijos) dio su primeros pasos…fue un lindo
recuerdo. En la última época me había comprado un Renault 6 rojo, muy conocido
en el pueblo, con el que viajaba a Rivadavia. De paso pasaba por lo de
Gervasoni y alzaba a los chicos, porque sino el papá los llevaba en sulky. Yo
decía: “¿Cómo se van a ir en sulky, si yo paso por ahí?”
Mis dos hijos
mayores hicieron la primaria en la Escuela 38 y a Martita me la llevé a Rivadavia.
Tengo una amistad muy linda con la gente de ahí, ya que viajé durante veinte
años y volví a Cerrito por problemas de salud (en las coronarias). Estuve como
dos meses con permiso estando en Rivadavia y ya estando sola con mis hijos.
En esa época yo
era muy amiga de Eliseo Claus, que estaba dentro de la Unidad Básica Peronista.
Con él íbamos a Paraná a la Casa de Gobierno y traíamos guardapolvos, lápices
(todo pedíamos). Si bien me conocen como radical, yo me llevo bien con todos.
Tengo otra
anécdota que la he contado en otras oportunidades: había una mujer que era muy
humilde, que te tenía dos hijos que iban a nuestra escuela, una nena y
“Monchito”, el varoncito. Esta mujer queda embarazada, vivía con su papá. Un
día vienen los chicos de la escuela y dicen: nacieron los hermanos de Monchito
y uno nació muerto. Yo dije ¡Qué situación, y nosotros en la escuela! Les dije
a mis maestras que se queden un poquito y que iba a ir a ver qué pasaba. Agarré
mi renolcito y me fui hasta el ranchito de ellos. Ahí me encontré con el papá
de la chica que me contó que los había tenido sola y que les había cortado el
cordón. Me dijo que el bebé se había muerto. Pregunté por la hija y me comentó
que se había ido a la escuela “a buscarla a usted”. Me volví, yo dije “¿Qué hago
acá?” Yo no podía prestar mucho servicio, esa pobre mujer había cruzado con su
beba todo el monte por lo Colliard. Cuando llego mis compañeras ya le habían
limpiado los pies, una se había sacado sus medias y su calzado y se los había
puesto. La traje al Hospital, a ella con su bebé. Las llevaron a Paraná y la
bebé murió también. Fue una experiencia triste, pero así servíamos en las
escuelas rurales.
Monchito era un
chico de esos sucios, porque en las escuelas rurales se ve de todo. Con mis
compañeras lo bañamos, le dimos ropa, lo “empaquetamos”. Yo estaba dando clases
y él pide permiso para entrar, y los otros chicos decían: ¡Un alumno nuevo
señora! Pero mirá lo que son las cosas: hace unos 3-4 años por ahí cuando iba
caminando, un chico que estaba trabajando se baja de la escalera y me saluda
muy atento: “¡Señora Mary! ¿Cómo le va?” Y yo no lo reconocía, me quedé mirándolo
y le dije: “No te conozco, no te recuerdo”, a lo que él me contestó: “Yo soy
Monchito”. Él se bajó a saludarme, porque nosotros lo adorábamos a Monchito.
Son historias, son cosas de la vida, eso te enseña mucho a vivir. A veces es
necesario pasar por otras situaciones para ver lo que es realmente la vida.
Acá se había
jubilado Villalón y había quedado el cargo vacante. Estaba como Directora Olga
de Lovera, que era la docente con mayor antigüedad. Yo dije: “Estaría bueno
volver a la 38”.
Yo sé que fui
muy criticada, pero no vine por acomodo aunque estaba Montiel en el gobierno,
sino por problemas de salud. Pasé por todos los pedidos para llegar acá. Fui a
junta médica al Hospital San Martín y cuando me preguntaron: ¿Hace mucho que
trabaja en la rural? Yo le dije, “veinte años” y el médico me dijo: “vaya, vaya
nomás a esa escuela”. A mí me nombraron pero todo lo hice como se debe de
hacer. A algunos les molestó porque pensaron que vine por acomodo y que le
había pedido ayuda al gobierno. Y es así que me trasladaron a Cerrito por
razones de salud.
¿Cómo fue su último recorrido como docente?
¿Trabajando en el aula o como directiva?
Ya cuando vine
acá tenía Dirección Libre, pero tenías eso y nada más, no tenías ni vice, ni
secretaria, ni prácticamente ordenanzas. Ya estaba Víctor Palacios (desde los
tiempos de Villalón) y nosotros la conseguimos a Mirta Sanabria como ordenanza.
Por medio de los radicales amigos, conseguimos el Jardín de Infantes de 5 años,
aulas nuevas, se hizo ese primer salón de actos que tenía, el patio de
portland. Se arregló la escuela. Nos ayudó mucho el Dr. Montiel por medio de un
grupo muy amigo que había acá. Fui muy amiga de él, para mí era una excelente
persona, que si te sentabas a escucharlo, te quedabas horas, horas y horas. Era
un hombre que sabía mucho.
Cuando me
jubilé en el ´89 tenía 59 años, porque a mí me gustaba trabajar. En una de mis
épocas, mi situación económica fue difícil. Después salió una ley del Dr.
Montiel, que establecía que con 35 años de servicio, te jubilabas con un 85%, y
no con un 82% como los demás. Pero como a mí la escuela me gustaba y los chicos
estaban en sus estudios, seguía trabajando. Después dije: “Ya está, ya me voy,
estaba muy cansada”. Así terminé mi carrera docente en el aula –con un tono de
voz muy apenado-.
¿Es cierto que usted participó en el proyecto de crear
el Instituto Técnico Superior?
Es cierto, es
la verdad. Yo nunca dejé de relacionarme políticamente, a mí me gustaba mucho
la política y siempre me relacioné con mi partido, que conocí desde chica por
medio de mi papá.
Nosotros con
parte del Comité Radical de acá teníamos muy buena relación con el Dr. Montiel,
lo digo así porque así fue. Estaba “Churri” Maín de Diputado y teníamos como
“meternos” a pedir. Hicimos notas y entrevistas, mientras tanto María Rosa De
Ángeli y María Rosa Rodríguez de Perottino acá en casa hicieron ese proyecto
para el Instituto, que primero fue algo “rural”, tenía un anexo para un
profesorado pero solamente se aprobó la tecnicatura. El proyecto lo hicieron
las chicas y yo ayudé, no era el único porque había otros proyectos con esta
misma tecnicatura, pero logramos traerla. Yo colaboré “por política”, que no se
malentienda… a veces hay momentos políticos que cuando querés usarlo para algo
bueno, tenés que aprovecharlos. Yo no lo aproveché para mi bienestar, sino para
el de la comunidad, como aprovechamos para la ampliación de la Escuela 38,
cuando yo llegué en la escuela había 80 chicos y era de “tercera categoría”…
cuando me jubilé ya tenía 220 chicos. Otra cosa importante es su Salón de Usos
Múltiples, que lo ocupa toda la comunidad para muchos eventos y actividades, la
escuela está fantástica ahora.
Doña Mary… ¿Qué mensaje le daría usted a los
estudiantes de nuestro actual profesorado, teniendo en cuenta que es la primera
carrera docente que hay aquí en Cerrito?
Para mí la
carrera docente es una profesión que si vos la llevás adentro, te va a dar no tantos
malos momentos, a mí me dio muchas satisfacciones. Más allá de momentos tristes
que uno pasó, hay que seguir adelante. La profesión de docente a mí me seduce,
me gustó siempre. Creo que habré cometido errores como cualquiera, pero a mí
siempre me gustó lo que hice.
Yo a los chicos
que eligen la carrera docente les diría que la tomen con mucha Fe, con mucha
confianza y que esta profesión le va a dar muchas satisfacciones, a mí me las
dio como seguramente se las habrá dado a más de un docente. Es un contacto que
vos tenés con el chico y con la familia. Muchos de esos chicos han venido a
visitarme en algunas ocasiones.
Encuentro mamás
de las últimas épocas que estuve acá y me abrazan y me besan, y yo siento el
cariño que me tiene mucha gente. Habrá algunos que no tendrán simpatía conmigo
pero no importa, a todos nos pasa.
Pero la carrera
docente es muy linda, sigan para adelante. Si por ahí hay algún traspié no
importa, hay que dejarlo.
¿Qué mensaje les daría a los niños pensando en que la
Tecnología ha ido relegando a los libros y a los juegos? ¿Qué les diría en
relación a esto?
Mirá, yo a los
niños en esa edad escolar los quiero mucho. Yo a los chicos les diría que esto
de la tecnología es muy interesante, pero el libro no lo puedes olvidar,
siempre se lo inculco a mi nieta menor (que tiene 13 años)…que siempre le
estuve comprando libros de cuentos incitándole a que lea, porque se acostumbran
mucho a la computadora y cuando les toca el secundario y la facultad, ahí
empiezan con algunos tropiezos. A los chicos de la escuela primaria: no
solamente piensen en la computadora, ni en los juegos de la computadora, que
vuelvan a algunos juegos. Que les preguntes a sus mamás o sus papás a qué
jugaban antes. El papá le va a decir a la “bolita”. La mamá, a la “mancha”, al
“pañuelito”, a la “payanga”. La tecnología para mí es importantísima. Yo tenía
una computadora pero a los chicos les dije: a mí me la llevan, yo no sé manejar
ni una calculadora ¡A mí me dejan de calculadoras! Cuando “Martita” me trae la
mercadería me ven que empiezo 4, 8, 10, 12…y ella con la calculadora ¿Estamos
iguales? Sí, estamos iguales. Eso a mí me mantiene. Yo no desprecio a la
computadora, ni lo que puedan hacer cada uno con ella, pero no me veo sentada
delante de una computadora mandándome un mensaje. Yo si quiero hablar con mis
hijos ahí tengo el teléfono. Hace un rato me llamó mi nieto Matías, antes que
ustedes llegaran, le estaba contando que los estaba esperando a ustedes. Para
mí la computadora no va, yo me tomo mi libro, aunque ahora uso anteojos porque
me cuesta leer. Ahora estoy leyendo “Los secretos de los últimos días de
Perón”, de Nelson Castro, que está buenísimo. Yo a esa época la viví, todo lo
que cuenta ese libro yo lo viví y quiero ver si yo realmente todavía recuerdo,
me vino “de diez”. Así quiero mantener mis células, mis neuronas –la
entrevistada se reía de la situación que relataba-
¿Ha escrito algo usted sobre su vida? (Alguna
anécdota, algo para que sea publicado) ¿Escribió alguna vez algún cuento?
No…
¿Es algo pendiente para usted?
Tengo algo
pendiente con mi hija, ella quiera que escriba algo de mi vida. Me pongo
haragana y con mis dedos que se me traban, que es una letra horrorosa. A mis
hijos yo les cuento siempre, les he contado siempre toda mi vida. Es lindo, a
mí me hubiera gustado dejar algo escrito de mi vida profesional también, de mi
infancia, de la vida de mis padres que tengo en ese cuadro que tengo ahí, que
me lo pintó mi hija (señalando la pared donde está colocado).
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